junio 05, 2008

No molestar

El teléfono sonaba, el incesante repique daba a entender que la persona que llamaba no tenía intenciones de darse por vencida. Desconectó la ficha de la línea. El silencio volvió a reinar en la habitación.
Por la ventana abierta se escuchaban los ruidos de la calle. Un colectivo que pasaba a toda velocidad, el ulular de la sirena de una ambulancia. Los vecinos hablaban, gritaban, golpeaban cosas, corrían sillas o escuchaban música. Bajó la persiana y giro la manija de la ventana para cerrarla. El sol y los ruidos quedaron afuera.
Encendió la televisión. Gente. Ladrones, periodistas. Noticias, películas. Vida real o ficticia, a veces, difícil de diferenciar. Apagó la pantalla. Estaba solo, otra vez.
Se sintió feliz consigo mismo. Porque no había influencias, problemas, ni preguntas.
En la pared, con pintura roja, pintó un cartel: “NO MOLESTAR”.